Lo que convierte a esta arquitectura y a esta forma de hablar en parte esencial de nuestro patrimonio cultural es su profundo contacto con el medio, su hondo y secular enraizamiento en una realidad física y social diferente y lejana. Pero hay entre ellas una diferencia nada sutil: mientras la lengua sigue viva, evolucionando en un entorno social y mediático cada vez más complejo, la arquitectura popular rural ha muerto. Y casi de la misma forma en que murieron la arquitectura y la lengua aborigen: violentamente. Faustino García Márquez (2015)
La casa rural, la vivienda del hombre modesto de Fuerteventura, fue un producto de la “cultura de la miseria”. (…) El hombre poderoso y rico vivía rodeado de una pacífica y pobre población de hombres y mujeres que no tenían nada. (…) Estos hombres arañaban la tierra en busca de algo que comer; iban a las “mareas” para alimentarse de mariscos; cuidaban cabras para el sustento diario. En los “años ruines”, muchas veces tenían que emigrar abandonándolo todo, en los “años buenos” la tierra majorera producía pródigamente trigos, cebadas, quesos, cabritos…, y caían sobre ellos los bulderos, los diezmeros, los cobradores de derechos de quintos y los de medias. El hombre pobre quedaba en la misma miseria que antes. Francisco Navarro Artiles (1974)
Creo, en fin, que la casa rural majorera es un producto auténtico, vivencial, del hombre que la habita. (…) Todas son soluciones sencillas, elementales, respuestas inmediatas a necesidades perentorias: nada de tejas rojas andaluzas, nada de ventanas de guillotinas portuguesas, nada de muebles y arquetas de Castilla, nada de cuartos graneros, nada de pisos de madera: techos de “torta”, ventanucos, cajas majoreras, “barracamas”,”pajeros”, pisos de “lajas” de piedra…hecho todo con los materiales más simples: tierra, paja, piedras, y con las herramientas del hombre pobre, las manos y el ingenio. Francisco Navarro Artiles (1974)
...la realidad arquitectónica de Fuerteventura no es una suma de hechos arquitectónicos. Expresa, bajo una forma definida, la totalidad sintética humana en su integridad. J.M. Alonso Fernández-Aceytuno (1979)
Hasta hoy la vivienda popular era un ente adaptado al terreno, al clima y a la lenta evolución social (...). Hombre, trabajo y territorio habían logrado establecer un equilibrio periódicamente recuperable. J.M. Alonso Fernández-Aceytuno (1979)